Antes de proseguir pásate primero a leer este artículo (al menos los dos primeros parrafos).
http://eleconomista.com.mx/columnas/columna-especial-politica/2011/04/12/siete-anos-mas-estar-hasta-madre
Estos dos primeros párrafos:
“Estamos hasta la madre”, la frase concluyente de la carta abierta escrita por el poeta y periodista Javier Sicilia, dirigida a los políticos y a los criminales, cundió a todos niveles de la sociedad mexicana. El pasado miércoles hubo marchas en varias ciudades del país y del extranjero en respuesta al dolor de un padre que pierde a un hijo, dolor que todos los que tenemos hijos hacemos nuestro.
La tragedia de Javier Sicilia, el asesinato de su hijo Juan Francisco y de seis personas más en Cuernavaca -la ciudad de la eterna balacera- fue la gota de sangre que derramó el vaso del hartazgo conjugado en un clamor: Estamos hasta la madre. Expresión que es secuela de la ya clásica: Si no pueden renuncien, proferida por otro padre cuya indignación no se olvida, don Alejandro Martí, enunciado que fue bien recibido por la ciudadanía y jamás acatado por los funcionarios ninis: ni pueden ni renuncian.
Nunca he estado de acuerdo en que un poeta haga el menor gesto político, siempre he creído en que los escritores deben dedicarse a lo suyo, a crear literatura, no a meterse en culebrones políticos. El caso de este hombre lo entiendo y respeto. De vez en cuando oigo por ahí que los poetas tenemos una sensibilidad mayor que el resto de mortales, pero es totalmente falso, lo cual no quita lo contrario, que nos pueda hervir la sangre, sobre todo tras la perdida de un familiar como ha sido el caso de Javier Sicilia.
Sin embargo hay que saber atemperar la sangre y no hacer ridículos como éste. No voy a decir que soy un experto en México habiendo pasado tan sólo tres semanas allá, pero si recuerdo plenamente las emociones que sentí allá... miedo, inseguridad, intranquilidad, tensión, un continuo agitarse de nervios impulsados por la adrenalina en cada esquina (y eso que no estuve en sitios especialmente peligrosos). Sentí lo que allá se cuece y lo de este hombre es 100% emocional, 0% racional. México es un infierno, es un país sumido en una invisible guerra civil. Habrá más muertos, habrá mucha más sangre de la que ningún poeta será capaz de cantar, pero por mucho que nos duelan nuestros cantos es un mal necesario. Hace muchos años que esa gran nación debía haber hecho lo que está haciendo ahora, sacar a todas las fuerzas de seguridad a la calle, a defender la nación y convertirla en un lugar seguro para sus habitantes.
¿Qué si no entonces, dar un paso atrás y dejar que, indefinidamente, la delincuencia organizada campe a sus anchas y mate a su antojo? Yo no firmo eso, ni en verso, ni en prosa ni en broma. Al igual que a la sociedad española jamás se le ocurriría plantarse ante la Moncloa a pedir que nuestras fuerzas de seguridad sigan persiguiendo a ETA hasta su completa derrota y desaparición, el pueblo mexicano debe ser valiente, confiar en los suyos, en esos hombres y mujeres de uniforme que juraron protegerles, y apoyarles en lo posible para acabar con esas organizaciones de asesinos.
Hay dos bandos, asesinos y centinelas. A los asesinos nos los vi, a los centinelas si, blindados y aferrados a sus armas a sabiendas de que en cualquier momento un balazo furtivo podría destruir todos sus sueños. He hablado con ellos en el Museo del Ejército, he visto el miedo en sus ojos, pavor muy superior al mío propio. Diga lo que se diga y parezca lo que parezca yo siempre estaré con los centinelas.
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