Querido Zyd:
Últimamente estoy pasando una racha... cuanto menos curiosa. Si bien mi realidad está convirtiéndose lentamente en objeto de mi control, mi subsconciente, sobre todo mi parte onírica, está caminando en sentido inverso.
Así pues me despierto susurrando el nombre de una mujer, aún sin haber soñado con ella, o sueño situciones tan reales que las confundo con mis propios recuerdos durante días. A veces incluso no tan reales, en ocasiones imposibles, pero no eso no evita que durante un tiempo se conserva la impronta de las emociones en mi mente.
Una de estas emociones tiene que ver contigo, por eso te escribo. Soñé con un lugar que hace mucho que no visito, el Salón del Almirante, pero esta vez la charla la dabas tú. Aún sin percatarme de que era un sueño si advertí que era imposible, y aunque digan que los sueños son completamente falsos, el alivio y la alegría que sentí en aquel momento fueron completamente reales. Volvías a estar ahí. Me quitaba un gran peso de encima, no más poemas en tu honor ni pequeños actos secretos recargados con tu esencia, tan sólo un proseguir la vida en el punto exacto donde las habíamos dejado. Pero desperté...
Desperté y me preparé a toda prisa para no llegar tarde al trabajo. En el camino un avión sobrevoló Sevilla Este. Recordé el sueño, las emociones, deseé que estuvieras en aquel avión que aterrizaba, pero no. Hace ya dos años que decidiste atravesar el mundo sin billete de vuelta y no dudo de tu palabra, no volverás.
Lo único que debes saber de este lado es que acá seguimos quemando las naves.
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