Torres, murallas, puertas, bastiones... hubo una época en la que la humanidad se guarecía tras muros y más muros de piedra, tratando de evitar a la muerte que les aguardaba afuera. Pero la muerte también vivía intramuros, en las hojas de las dagas que refulgían durante un par de segundos en las calles solitarias antes de clavarse en la víctima de turno.
Hoy día sigue siendo lo mismo. Aún quedan torres, puertas y murallas, y sigue la muerte campando a sus anchas con nuevas maneras de obsequiarte con un paseo al otro barrio. Seguimos habitando los mismos espacios, pero distintos tiempos, más crueles aún si cabe que los de antaño. Nunca ha habido tal cantidad de batallas y muertos en la Historia como en este tiempo en que ¿vivimos?
Últimamente me viene pasando lo que me comentó un novelista en la Línea de la Concepción, que los personajes de ficción tienen su vida propia dentro de la mente del escritor. En las más recientes entregas de mi Diario de centinela he llegado a emocionarme hasta el límite de las lágrimas en algunas situaciones. Nació como divertimiento creativo y como diario encubierto, pero ha ido separándose todo de mi hasta crear su propio mundo, sin dejar al mismo tiempo de ser una parte de mi. Flaubert reconoció que Madame Bobary era él, yo también reconozco que, aunque cada vez somos más diferentes, Alastair Longinus soy yo. También he de reconocer que le estoy cogiendo envidia al centinela. Aunque tiene tantas o más dudas que yo sobre su mundo exterior e interior, es un hombre resuelto, que no ceja en su empeño hasta conseguir algo... algo que yo normalmente no suelo ser. Ahora mismo estoy escribiendo de madrugada resistiendo el deseo de irme a dormir inmediatamente y dejarlo de nuevo todo para mañana. Sin duda él, en su torre, estaría escribiendo hasta la última línea o hasta que la vela se consumiese y no le quedase más remedio que aguardar al alba para terminar sus escritos. Que envidia más extraña me posee, envidia a un producto de mi imaginación. Voy a tratar de imitarle y seguir combatiendo un poco más la fuerza de la gravedad que afecta a mis pestañas a estas horas.
Como iba diciendo, Alastair y yo compartimos algunos elementos comunes. Aún hay torres y murallas de su tiempo en el mío, hay una Puerta Este, la Puerta de Córdoba en Carmona que es donde me hice la foto que preside estas líneas; hay una Plaza Mayor que aún no sé con cual hacer concordar en la realidad, un puerto que él apenas visita y yo otro tanto de lo mismo, etc. Aparte de vivencias y nombre (Alastair es una de tantas variantes de Alejandro) compartimos algunos lugares comunes y muchos más que aún nos quedan por descubrir y describir.
Me lo estoy pasando estupendamente escribiendo cada mes unos pocos parrafos con el diario privado del teniente Alastair mas, he de ser sincero, me estoy haciendo un lío. Su mundo en mi cabeza es grande e impreciso. Le faltan nombres, lugares y personajes. He accedido en esta pagína a la etiqueta de diario del centinela para acceder a todos los textos y revisarlos. Pienso tomármelo un poco más en serio y pintar un mapa de la ciudad de Alastair y territorios cercanos, ponerle nombres a sus calles, plazas, gobernantes, nobles y demás chusma que vigila desde la Puerta Este (que también será renombrada, pero no será Puerta de Córdoba). Dejaré también de entrometerme en sus escritos con mis P.S. (post scripti) al final de las entradas de su diario, dejando para ello las entradas extras como esta. También eliminaré los poemas, por lo general anacrónicos con la época de Alastair.
Igualmente también trataré de ir expandiendo su mundo con relatos aparte. Me he dado cuenta recientemente que mis textos se están volviendo cada vez más narrativos y menos poéticos, así que aprovecharé la corriente en lugar de luchar contra ella. El primero de los relatos versará sobre la Orden negra, la cual causó tantos estragos en la ciudad de Alastair hace ya un año mediante la acción de uno de sus asesinos y de la que tan poco sabemos (yo incluido). También puede que el cazarrecompensas Alberto del Castillo vuelva a aparecer por aquí. La última vez que le vi estaba saliendo de la ciudad en un carromato con el rostro bastante pálido, no sé si por efecto de las heridas del duelo que sostuvo o por las palabras que le arrojó como puñales aquel asesino antes de que el cazarrecompensas apagase su vida. Ya veremos si se recupera...
Con respecto a la situación sentimental de Alastair... mmm. He indagado un poco y hay varios Longino en Madrid, Barcelona y Sevilla. Solo dos con ese apellido en Barcelona. Alastair no sé cuantos habrá, pero ningún Longino actual es descendiente del teniente. Vale, diréis que es de perogrullo dado que realmente el centinela nunca existió, pero al mismo tiempo lo que quiero decir...
No hay comentarios:
Publicar un comentario