Imagino que si cada uno de esos extraños e invencibles temores fuera examinado con simpatía, descubriríamos que en todos los casos la esencia de esos miedos sería espiritual. Quien teme a la oscuridad no la teme por miedo a los ladrones, sino por miedo a los fantasmas o, más bien, nia los unos ni a los otros, sino a un agnosticismo cegador que ambos están llamados a simbolizar. Quien teme a los animales no es porque sean peligrosos, sino porque son animales; representan esa vida bruta e inflexible del universo, que es antagonista y reproche para el hombre. Tal vez el miedo pertenezca al cuerpo, pero el terror es sólo del alma. El cuerpo huye por temor, sólo el alma queda paralizada ante él.
Extraído de Lectura y locura, pág. 219, artículo El miedo, 2008, Ediciones Espuela de Plata.
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