Y, como en todos estos casos, el precepto contrario tiene su verdad, casi igual, diría yo: «Quédate de libro de cabecera con el de tu adversario más hiriente, más razonable, tal como Pascal tenía a Montaigne a Séneca.» Es beneficioso tener al lado al ser insolente que despierta vuetras partes más débiles y que os obliga a buscar pruebas, el que ve oscuro lo que vosotros veis claro, para disfrutar mejor de lo que se posee, para atemperar nuestras certidumbres.
Extraído de El trabajo intelectual, de Jean Guitton, pág. 88, capítulo VI La lectura como enriquecimiento de sí mismo, 2000, Ediciones Rialp.
Sobre María Estuardo: Poetisa amiga de poetas, fue una ferviente católica y una gran dama del Renacimiento que se interesó por el conocimiento y las artes. Poseía, al igual que todos los príncipes y princesas de la época, un inevitable sentido de la proximidad de la muerte, la traición y la violencia que ningún farsante moderno posee -pues esta clase de farsante es en parte fruto de la seguridad- y, en consecuencia, poesía algo de elocuencia, reto y desafío que fue la trompeta de los antiguos reyes. La época victoriana nada sabía de ese lujo al borde de la destrucción, y no eran la excepción los grandes novelistas victorianos.
Extraído de Lectura y locura, págs. 242-243, artículo Contradiciendo a Thackeray, 2008, Ediciones Espuela de Plata.
Si desea el lector una prueba concluyente para distinguir al verdadero romántico del falso -cosa realmente valiosa cuando examinamos a un poeta, a un yerno o a un profesor de historia moderna- creo que la mejor que se me puede ocurrir es la siguiente: el falso romántico es aficionado tanto a los castillos como a las catedrales. Si el poeta o el enamorado admira por igual las ruinas de una forteleza y las ruinas de un templo, entonces lo que admira son las ruinas, e irremediablamente también él será un ruina. Admira lo medival porque está muerto y no porque una vez viviera, y su gusto por el pasado poético es tan frívolo como un baile de disfraces. Los castillos sólo son testimonio de ambiciones, ambiciones ya muertas. Muertas porque fracasaron o porque se cumplieron. Las catedrales, sin embargo, dan fe no de ambiciones, sino de ideales, y de ideales que todavía viven o, mejor aún, que son inmortales. Inmortales porque nadie ha sido nunca capaz de cumplirlos ni de hacerlos fracasar.
Extraído de Lectura y locura, págs. 232-233, artículo La adivinanza de la restauración, 2008, Ediciones Espuela de Plata.
Pues a mi me gustan los castillos y las catedrales me dejan normalmente frío. Lo que está vivo y presente puedo verlo y vivirlo en cualquier momento. Las ruinas no siempre estarán ahí. Tal vez el día que las catedrales sean ruinas...
Cuentan que cuando los ejércitos de Napoleón se vieron en grandes dificultades durante su larga defensa de la democracia, utilizaron el plomo que había en las iglesias para hacer sus balas. Es este un símbolo muy accidental, pero también muy perfecto de la Revolución Francesa. Los mismos disparos que hicieron pedazos el viejo orden salieron precisamente del viejo orden. La democracia no era más que la realización de unas ideas en las que se había creído durante siglos: la divina justicia y la dignidad del hombre. Del mismo modo que los jacobinos lo habrían pasado mal sin el pesado plomo de las iglesias, también lo habrían pasado mal sin los pesados dogmas de la Iglesia. La verdad, la misericordia y el honor son los mismos en todas partes. La sustancia siempre está ahí y nunca puede ser alterada. Sin embargo, hay una gran diferencia entre que permanezca hierática e inmóvil en las iglesias y sea bruscamente escupida en disparos.
Extraído de Lectura y locura, págs. 220 y 221, artículo El amor al plomo, 2008, Ediciones Espuela de Plata.
Imagino que si cada uno de esos extraños e invencibles temores fuera examinado con simpatía, descubriríamos que en todos los casos la esencia de esos miedos sería espiritual. Quien teme a la oscuridad no la teme por miedo a los ladrones, sino por miedo a los fantasmas o, más bien, nia los unos ni a los otros, sino a un agnosticismo cegador que ambos están llamados a simbolizar. Quien teme a los animales no es porque sean peligrosos, sino porque son animales; representan esa vida bruta e inflexible del universo, que es antagonista y reproche para el hombre. Tal vez el miedo pertenezca al cuerpo, pero el terror es sólo del alma. El cuerpo huye por temor, sólo el alma queda paralizada ante él.
Extraído de Lectura y locura, pág. 219, artículo El miedo, 2008, Ediciones Espuela de Plata.
Yo no quiero sangre en mis manos y en mis ropajes, pero me crearon así, centinela, porque una vida sin épica me resulta insulsa.
Es curioso estar hérido y privado de libertad. En la inmensa soledad del catre y fervor febril pasaron por mi mente ideas a cual más extravagante, como que yo no era más que un personaje de ficción sin nombre, viviendo una vida más o menos paralela a la de mi creador, un escritor novato que suele escribir mensualmente (y normalmente tarde) un diario usando mi voz y mis palabras, el diario del centinela. ¡Purita locura! Aunque ahora que lo pienso... jamás he mencionado mi nombre en ninguna entrada de mi diario... diré entonces, por si acaso fue algo más que un sueño y alguien está realmente leyendo las líneas de mi vida, que mi nombre es Alastair Longinus.
Hay una teoría que dice que uno no puede saber como es por mucho que se mire en un espejo, sino que uno averigua como es en relación con los demás, o contra los demás. Nos definimos a partir de las similitudes con otras personas y de las diferencias con esas mismas o con otras personas. En el caso de los pueblos, se identifican en relación a un idioma y unas costumbres comunes, en contraposición a las de los demás. Las guerras son, en realidad, choques de personalidad a una escala mayor. En el otro pueblo no vemos amigos, vecinos, compañeros, ni tan siquiera a extraños, sino a contarios, adversarios, enemigos. Se produce el evitable choque en el campo de batalla, y una de sus principales consecuencias es que las diferencias internas de cada bando se diluyen, se identifican a si mismo de una misma manera en contraposición a los otros que se les oponen.
En mi caso he tenido guerra interna. Para saber realmente como soy y entender las causas por los que mi crea... capitán me ha privado de libertad y retirado del servicio durante un par de meses he tenido que juzgar mis actos en contraposición a los de otro, un contrario. Llegó con el capitán de su conclave, un tipo un tanto peculiar, demasiado silencioso incluso para un centinela, o será que estoy demasiado bien o mal acostumbrado a Paulo y su bendita o máldita manía de no estar nunca callado. El caso es que su ausencia o presencia de palabras me traía sin cuidado, eran sus hechos fácticos lo que me alarmaban y así se lo hice llegar a mi capitán. Él me ignoró, supongo que aún desconfiando de mi, y argumentó que no debía dejar que mi rivalidad interfiriése en nuestro deber. Se equivocaba, no era rivalidad. Un rival es aquel que compite contigo para alcanzar un mismo objetivo. La rivalidad es sana y siempre la he mantenido con todos mis compañeros. Nuestro objetivo de centinelas es sevir a la gente de esta ciudad, no servirnos de ellos, así que no había rivalidad, no podía haberla. A todas luces era mi perfecto contrario.
A pesar de todo me ha venido bien conocer a alguien así, pues no solo se aprende del buen ejemplo, sino también del malo. Lo malo es que nunca antes me había topado con alguien así y carecía por completo de armas con las que enfrentarme a la situación. Dando un enorme, temerario y descuidado palo de ciego saqué a la luz parte de sus hechos consumados en espera de alguna respuesta por su parte, realmente brillante, concisa. No me importaba que la luz de su verdad me convertiese en un idiota obcecado a la vista de todos. Si me había equivocado me habría equivocado y punto. Me habría anotado otra derrota personal y habría enmendado todo daño causado, mas solo verborrea acudió como respuesta...
Pocos días después, Julián solicitó el traslado y se volvió por donde vino. A mi capitán le pregunté porqué no había hecho nada salvo autorizar el traslado. Aparte de las lecciones aprendidas me enseñó una más, y para colmo bíblica, con lo mucho que los que conocemos la sangre desdeñamos a las divinidades. Me dijo que nos está prometido el ciento por uno en esta vida y la vida eterna para después de ella. El ciento por uno de lo que damos en vida se nos devuelve en vida. El ciento por uno de creación se nos devuelve, el ciento por uno de destrucción, también. Aquellos que desdeñan la senda de la creación y optan por la senda de la destrucción recibirán el ciento por uno de la devastación orquestada. Por lo tanto, tiempo al tiempo.
Tiempo
Inexorable el cuarzo
marcará el ritmo
de los segundos, minutos, horas,
días, semanas, meses...
su monótono monólogo
de molestos momentos,
hasta que paren las agujas,
no por falta de pilas, de cuerda
o rotura de algún engranaje.
No, se parará de forma natural
marcando las muerte en punto.
El tiempo habrá cerrado las heridas,
limpiado las mentiras
y la sucia, indecente,
indecorosa y vergonzosa verdad
te devolverá el golpe,
poniéndonos a cada uno
donde debemos estar.
12-8-2009 Barcelona
P.S.: La imagen que encabeza esta entrada del diario es Moros de Davao luchando con kris y kampilan. Mindanao, Sur de Filipinas. Pintura de Nicéforo Rojo, S. XX, Museo Oriental, Valladolid. Por mi bien espero que no tenga copyright.
P.S.2: Yo no quiero tinta en mis manos y en mis ropas, pero así me creé y me creí, escritor, porque una vida on the rocks me resultaba fría, demasiado fría, mas estoy tentado a pensar que hay demasiado fuego en mi. Tal vez debería aprender de una vez de todas las lecciones que me va dando y recordando continuamente la vida y procurar ser más templado, como el acero.
P.S.3: Mientras escribía todo esto (menos el poema que ya tiene su tiempo) he estado escuchando continuamente esta canción: Globus - Crusaders Of The Light. Llevo más de una hora con los pelos de punta.
El fanatismo no es sino la incapacidad de concebir alternativa a cualquier proposición, y nada tiene que ver con la creencia en la proposición misma. Un hombre puede estar tan seguro de algo como para dejarse quemar por ello o enfrentarse a todo el mundo y, sin embargo, no estar un solo paso más cerca de ser un fanático. Será un fanático únicamente cuando no pueda comprender que su dogma es simplemente un dogma, aunque sea una verdad.
Extraído de Lectura y locura, pág. 209, artículo El fanático, 2008, Ediciones Espuela de Plata.