En memoria de José Antonio Muñoz Rojas (9-10-1909 - 29-9-2009) he grabado uno de sus poemas que recité el 23 de marzo de 2009 en la Casa de las Sirenas en su honor. Lo que valió entonces en vida valga también ahora en muerte. Descansa en paz, compañero de armas.
TU OFICIO, POETA...
Para que algo quede de este latir,
para que, si alguien quiera mirarse, pueda;
para calmar quizá alguna sed, y que alguien diga
«a mí me pasó algo semejante».
Los poetas estamos para eso:
para ofrecerles tránsito a los demás,
para que se encaramen sobre nuestros latidos, y que divisen
un poco más allá, en medio
de tanta oscuridad como nos circunda.
A veces nada tiene sentido, ni siquiera
que me des la mano o ese
limón redondo tan bello en la vereda.
A veces lo que tiene sentido no tiene sangre,
ese poco de sangre por la cual se muere.
Todo es ganas de morir de otra manera,
ganas de imitar a los ríos y que la tierra vea
que hay otras aguas y otras penas, y los cielos
contemplen misericordiosamente
nuestras peregrinaciones.
Tu oficio, poeta, es contemplar,
que todo se te escriba dentro; luego
quizá leer allí mismo, quizá decir a los otros
lo que allí mismo, escrito, tú lees.
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