Ocurrió anoche, no podría precisar la hora exacta, las cinco y algo de la madrugada marcaba el reloj de la mesilla. Salí mareado de mi habitación, asfixiado por la inusual alta temperatura. El frescor del pasillo me alivió un poco, llegué a la cocina y tomé unos cuantos sorbos de agua fría. Ya refrescado y medianamente despierto desandé el camino hacia mi cama. Al asomarme al pasillo se veía al fondo mi habitación y su luz naranja se me antojó rojiza por unos segundos, como si algún infierno se hubiera desatado allí dentro. Entré en mi pequeño horno, me tumbé en la cama y me di cuenta que el paciente de la sala 5 era yo con la excepción de que aquella noche, aquel 5 de noviembre, fue su piel la que ardió y en mi caso es mi alma la que arde cada noche.
Fotograma tomado de la película V de Vendetta.
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