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domingo, 5 de abril de 2009

Diario del centinela, capítulo III: hasta la muerte.


Tengo la mala costumbre de no encontrar las palabras oportunas a tiempo. Las encuentro siempre tarde. Hace algún tiempo recité con un grupo de juglares que se hacen llamar las personas-libro. Al bajar del escenario me regalaron un clavel, y me encontré con no tener a quien entregárselo. Bromearon sobre que iban a tener que buscarme una novia-libro. No supe que decir, pero momentos más tarde, mientras paseaba por la ciudad de vuelta a mi puesto se me ocurrió una buen respuesta presentadme a una mujer-libro y la amaré hasta el día que diga mi última palabra. El día de mi última palabra... me guardo ideas para otro momento...

No oigo más que decir que el amor tiene un principio y un fin. Es cierto, pero no creo en el fin que me cuentan. Solo ven como único final posible del amor una ruptura, y yo veo parejitas de ancianos en las calles, en el mercado, cruzando la Puerta Este frente a mí. Cierto es que las rencillas y las discusiones sacan a la luz un amor con cicatrices, pero un amor de años, hasta la muerte, y más allá. Las viudas enlutadas me demostraron que el amor sobrevive incluso cuando la muerte los separa.

Esto es lo que creo y eso es lo que espero, encontrar y que me encuentre un amor hasta el fin de mis días, a sabiendas que dado que mi trabajo es de armas tomar, puede que no esté muy lejos el día de mi muerte...


Presentadme

Presentadme a la única
mujer,
sincera,
entregada,
comprometida,
capaz de completarme,
de corazón limpio
y sonrisa fácil.
Y la amaré,
lo juro.

Amaré cada una de sus líneas,
curvas de su piel,
rectas de sus palabras.
La amaré hasta el fin de mis días.

Quizás más aún...

5-4-2009
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