Culpable, sí, amíga,
eres culpable.
Culpable de risas,
de alegría, de guiños,
pero culpable también
de preocupaciones
y turbias palabras.
Culpable de días de luz
y de noches en vela
(como la que ahora disfruto).
Culpable de tu mirada cautivadora,
de conversaciones kilométricas
y de este poema.
Si, amiga, culpable,
ese es tu nombre.
Me encanta como suena.